15 mayo 2006

ANSIEDAD: ¿DIVINO TESORO?

Los seres humanos siempre hemos vivido en un mundo lleno de peligros y amenzas. Si de algo debemos estar agradecidos es de la existencia de lo que llamamos miedo o ansiedad, esa experiencia universal basada en un maravilloso sistema de aviso/alarma que, aunque molesto y desagradable, nos ha dotado, como al resto de animales, de reacciones adaptativas automáticas de hipervigilancia, huída o ataque (flight or fight) que nos han permitido sobrevivir en muchas ocasiones a dichos peligros.




Cómo esa emoción (a la que tanto debemos y que en tantas y tantas ocasiones nos ha protegido de lobos, serpientes asesinas, incendios, inundaciones y demás tropelías de la Madre Naturaleza) ha podido acabar degenerando en lo que hoy sentimos y experimentamos ante un partido de fútbol es algo que alguien, en el futuro, deberá estudiar con toda seriedad. Y me temo que el encargado de llevar a cabo dicha investigación todavía no ha nacido. En cualquier caso, patética y deprimente prueba de lo que está siendo la evolución de nuestra especie con el paso de los siglos.

Afrontémoslo. La mayoría de nosotros lleva días experimentando ansiedad ante lo que puede suceder (y sobre todo ante lo que cree que puede llegar a suceder) en París de aquí a bien poco. Habrá que intentar aliviarla en la medida de lo posible o acabaremos infartados o estrangulando al gato o a la suegra.

Hagámoslo, pues.

Métodos no farmacológicos

El protohombre cavernario ya manejaba la ansiedad provocada por los peligros que le acechaban o por su propia incertidumbre existencial mediante todo tipo de rituales englobables bajo el término de ‘pensamiento mágico’. Así, pintaba signos o figuras animales o humanas en su cueva-loft o destrozaba el cráneo de sus hijos con el propósito de ahuyentar los malos espíritus, los desastres naturales, o bien para tener suerte en las expediciones de caza que tanto le preocupaban y de las que tanto dependía su supervivencia.

En este sentido, desear que el Barça resulte victorioso en París pero pronosticar un mal resultado en la porra con la esperanza de que ese sacrificio ayude a dicha victoria no es más que una muestra de pensamiento mágico que nos puede tranquilizar parcialmente. Pero ojo con esta estrategia: a la larga podemos convertirnos en obsesivos recalcitrantes (ríete tú de Beckam), y vernos cada mañana encendiendo y apagando 37 veces la luz del pasillo o sumando matrículas y contando baldosas para controlar la ansiedad del nuevo día y evitar que suceda alguna desgracia en el trabajo… Mala cosa, pues.




Hoy en día existen estrategias psicológicas de mucho menos calado místico y páleo-sociológico pero indudablemente más prácticas, como pueden ser los ejercicios de respiración (ya saben, coger aire poco a poco a través de la nariz y utilizando únicamente el diafragma, mantenerlo en los pulmones 5 o 6 segundos, y expulsarlo muy lentamente por la boca) o la relajación muscular progresiva de Jacobson, cuya técnica encontrarán fácilmente en internet.

Por último, nada como las estrategias de distracción: escuchar música, ver una película, charlar con nuestra pareja después de tanto tiempo o incluso practicar sexo con ella o con otra. Todo ello ciertamente útil en los días previos al partido, pero poco práctico una vez empiece a correr el balón…

Métodos "farmacológicos"

Históricamente, la humanidad siempre ha buscado sustancias que pudieran aliviar el malestar y la ansiedad relacionados con el hecho de vivir. El alcohol, y en menor medida los derivados del cánnabis, han sido y siguen siendo las más utilizadas y probablemente unas de las más eficaces si hacemos abstracción de su lamentable peligrosidad.



Sería injusto no incluir aquí las infusiones de productos ‘naturales’ (bella palabra, erróneo concepto). Son completamente inútiles excepto en aquéllos que ya hace años decidieron que era más cómodo vivir en este mundo ‘creyendo’ que ‘pensando’. En este sentido, aquellos de ustedes que sean más sugestionables van a encontrar en una infusión de tila, camamilla u otros subproductos del sotobosque un remedio balsámico casi milagroso. Aquellos que se detengan a pensar lo que están haciendo comprobarán que el efecto de las mismas y el del Agua Font Vella es prácticamente indiferenciable.

Por su parte, en el siglo XIX, la medicina puso en marcha los bromuros que, aunque perduraron en el seno de ciertas fuerzas armadas como método de adiestramiento a los mozos, fueron substituídos a principios del siglo XX por los conocidos barbitúricos. A pesar del éxito inicial de éstos y de su popularidad hollywoodiana, su alta toxicidad en sobredosis (recuerden a Marilyn) y su capacidad para producir adicción acabó finalmente apartándolos de la farmacopea habitual.




Desde finales de 1950, contamos con ansiolíticos bastante más seguros: las benzodiacepinas, cuyo máximo exponente es el diazepam (o Valium), y sus hermanos orfidales y trankimazines. A pesar de que la sociedad mediática nos bombardee constantemente con los peligros de dichos fármacos (con argumentos más propios de una ‘cruzada moral’ que de una controversia científica), hoy en día no cabe la menor duda de que las benzodiacepinas han significado una revolución en el tratamiento sintomático-paliativo (aunque casi nunca curativo) de los pacientes con trastornos de ansiedad y un consuelo agradable para las personas que, como usted o como yo, no padecemos ningún trastorno psiquiátrico pero nos vemos afectados por un factor altamente estresante y peligroso para la salud llamado Barça.



Así pues, compórtense como personas sensatas y leídas.
Nada de excesos de alcohol. Nada de hierbajos ni otras muestras de medicina de los apaches. Si no pueden soportar por más tiempo ese estado de desesperación, inquietud, irritabilidad, rumiación catastrofista y molestias físicas (palpitaciones, sensación de ahogo, micción imperiosa, falta de visión en el ojo izquierdo, boca seca, mariposeo en el estómago, etc…) consulten a su médico de cabecera y pídanle un ansiolítico para afrontar la final de la Champions. Su corazón, su gato y su suegra se lo agradecerán. Y para los que detestan la química y lo 'artificial' y prefieren lo 'natural' (esperen que me descojono...........ya está), cómanse unos cuantos kilos de patatas (¡¡por si no lo saben, la planta de la patata produce diazepam de forma ‘natural’!!).


Y recuerden, ¡¡¡¡esta vez los resultados recibirán una puntuación doble!!!!

PD: No me sean rancios y bájense los plugines (o como coño se llamen) de Apple Quicktime. Una vez instalados vuelvan a entrar en este blog, suban los altavoces, y…