01 mayo 2006

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Una cepa furiosa del virus FIFA me mantiene postrado en cama, con fiebre termometrada de 39º, obnubilación, terribles delirios, y al borde de la deshidratación a causa de todo tipo de producciones eméticas y deposiciones diarreicas. Pronóstico reservado, es decir, chungo.

Cómo el maléfico Rummi ha sido capaz de inocularme (que no encularme) dicha cepa está siendo investigado en este mismo momento por la madre FIPA. Sin duda su indescriptible aliento en el cogote durante las últimas jornadas constituye ahora mismo la hipótesis epidemiológica más probable sobre el método de contagio. De confirmarse su autoría, sobra decir que la FIPA tomará medidas disciplinarias contra él, definitivas, trágicas, e inapelables.

Hasta que todo se aclare, la vida debe continuar y la porra, con el Celta de Vigo - Barça, también. Esperemos que el guerrero celta esté comedido el próximo miércoles y no cumpla la costumbre celta de amputarle la cabeza a sus enemigos y de colgarla de las crines de sus caballos, costumbre que los autores clásicos describen minuciosamente.




Así, Diodoro, V., escribe: Cortan las cabezas de los enemigos muertos, las atan a los cuellos de las caballos y entregan estos despojos sangrientos a los clavos. Las llevan como botín cantando el pean e himnos de victoria y las cuelgan en sus casas como primicias como si hubiesen matado en alguna cacería una fiera. Las cabezas de los enemigos más famosos, untadas totalmente de aceite de cedro, las conservan con gran cuidado en recipientes y las enseñan a sus huéspedes, gloriándose de no haber aceptado una gran cantidad de dinero que a sus antepasados, a sus padres o incluso a ellos mismos les ofrecieron por ellas. Se dice que algunos se vanaglorian de no haber aceptado un peso en oro igual al de la cabeza, mostrando de este modo una grandeza de ánimo bárbara.

La FIPA toma nota de tan expeditivos y ejemplarizantes métodos represivos para aplicarlos cuando la situación así lo demande.